Las emociones

Las emociones

emociones

En el origen latino la palabra, emoción (emovere) significa “agitar”, quiere decir que responde a una agitación del ánimo, es como el motor que nos mueve a hacer algo o que nos pone en marcha.
La emoción es una percepción de los sentidos, una reacción fisiológica donde no interviene la voluntad ni la racionalidad, es breve, rápida e intensa, puede responder a estímulos internos o externos inesperados. La reacción emocional es incontrolable, es el cuerpo el que reacciona, la mente sólo interpreta este estado somático y le pone un nombre: miedo, ira, alegría …

Coloquialmente decimos que estamos emocionados cuando sentimos una alegría intensa, tradicionalmente se ha hecho esta asociación y todos nos entendemos si alguien dice que está emocionado. También lo decimos cuando alguna persona llora, en cambio no se suele decir que una persona se ha emocionado cuando está furiosa y menos cuando tiene miedo.

En la literatura se encuentran diversas clasificaciones, aunque hay un cierto consenso a la hora de hablar de cuatro que son básicas: el miedo, la tristeza, la alegría y la ira; por sí mismas no pueden considerarse ni positivas ni negativas, tampoco neutros y, todas son necesarias porque son reacciones adaptativas de nuestra evolución, forman parte de la vida. Sin emociones no se podría escribir la historia de los humanos y el problema para sobrevivir sería no sentirlas, de la misma manera que sería un problema no disponer de recursos para regularlas.

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Si las emociones son la esencia de nuestro estado de ánimo y queremos saber qué nos pasa, qué hay en el origen de lo que sentimos, será necesario conectar para identificar la emoción básica. La pregunta íntima sería “que siento en este momento?”, Es el primer paso para aprender de nosotros mismos y poder nos lo explicó cuál será el segundo paso. Cuando lo podemos expresar a partir de nuestro potencial interior (sea de manera íntima o compartida), conseguimos liberar tensiones, tristezas, alegrías, satisfacciones, etc, y nos permite canalizarlo, decidir qué hacemos de manera consciente. Un ejemplo de canalización es hacer una actividad creativa, plasmarlo a través de la escritura, de la música, de la pintura, etc.

La barrera entre emociones y sentimientos es difusa y a menudo se utilizan como sinónimos, pero hay algunos matices que los diferencia, los sentimientos son más elaborados que las emociones, participa la mente, tienen mayor duración en el tiempo y son más persistentes . Con el sentimiento, nos hacemos conscientes de la emoción. Por ejemplo, la pérdida de un ser querido, puede provocar intensas emociones de tristeza o de rabia, y manifestarse fisiológicamente con lágrimas, angustia, etc., los sentimientos serían más bien, de pena, de injusticia, o de nostalgia .

Las emociones, los pensamientos y las conductas forman parte de un proceso global y sistémico, no se pueden separar, interaccionan y se retroalimentan continuamente y con estos tres elementos nos construimos psicológicamente hablando.
En las emociones no podemos acceder directamente, pero sí podemos moldearlo a través del pensamiento, haciendo de ello conscientes y de la conducta. Allí donde podemos actuar es en la forma de interpretar la marea (de hormonas y transmisores) que se desencadena.

Lo que nos decimos y nos contamos de las experiencias que vivimos, el sentido que le damos, las actitudes y lo que hacemos incide en el estado de ánimo, tiene mucha fuerza y nos predispone tanto por el bienestar como por el malestar. La experiencia no es lo mismo que el sentido de la experiencia. Cada experiencia vivida puede tener más de un relato.

A veces construimos sentencias que son disfuncionales para vivir felices, personajes enquistados de los que no nos podemos desprender y que no te ayudan a tener prosperidad y abundancia en tu vida, ideas tales como “nunca lo conseguiré”, “no puedo hacer nada”, “con el amor siempre fracaso”, con las que organizamos la vida, no conviene que capten. Si cambiamos la narrativa, tal vez cambia la historia, sin dejar de ser nosotros mismos / as, siendo más flexibles, huyendo de determinismos y probando otros caminos, otras salidas, en definitiva siendo más libres. La adversidad aparecerá pero con un discurso funcional (positivo) es más probable que la percepción sea más deseable.
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Una crisis se puede pensar como una desgracia o como una oportunidad de cambio y, una equivocación como un fracaso o bien como un aprendizaje. La conducta tiene lugar cuando pasamos a la acción, cuando hacemos algo, ante un mismo hecho puedes pedir ayuda o bien aislarte; preocuparte por los problemas o bien ocuparte de las soluciones.

Somos los escultores, los narradores, los escritores, … de nuestra vida (realidad subjetiva) y la vida puede tener muchas caras y relatos. Un mismo hecho adquiere relatos, significados y actitudes diferentes.

En general, convivimos con todas las emociones con alternancia y de manera inevitable, por tanto, el estado de ánimo puede ser cambiante y lábil, pero la experiencia de bienestar subjetivo es estable, se mantiene en el tiempo e impregna nuestra vida . Tras las adversidades, vuelve la calma.
Si nos fijamos bien, siempre hay cosas positivas (agradables) alrededor y si miramos de encontrarlas, de decirnos, sin embargo …, evitamos el sentimiento de indefensión. El optimismo no es un engaño y si lo fuera, lo sería al menos tanto como el pesimismo. El vaso está medio lleno y es medio vacío. Todas las historias están dentro de nosotros. Nadie nos puede obligar a pensar de manera determinada, podemos pensar y escribir lo que queramos. En este sentido, el poder está en nuestras manos.